viernes, 8 de abril de 2011

La primavera.

     Ha llegado el calor, el sol, las flores y los colores. El aire empieza a oler a primavera y los cantos de los pájaros nos dicen buenos días casi toda la jornada.
     Es como si hubiese más aire alrededor, estaría todo el día levantando la cabeza y aspirando fuerte, mirando el azul del cielo, el blanco de las casas del pueblo, el verde de las plantas en las jardineras y macetas y el principio de explosión de color y olor de las flores que empiezan a abrir...
     Ayuda bastante la ausencia de circulación por algunas calles que parecen sacadas de un pueblo perdido de interior, cuando a menos de un kilómetro ya aparece la agitación normal de una ciudad y los ruidos y nerviosismo que eso conlleva. Soy afortunada de vivir casi en una zona "fronteriza"; entre la parte vieja, por las edificaciones y por el ambiente, que transporta, en algunas ocasiones, a un pasado más relajado; y la zona más concurrida y moderna, donde las cosas suceden con prisas y al ritmo de los minutos.
     En esta época, y en adelante, el tiempo parece ir más despacio, o mejor dicho, tiendo a hacer las cosas con cierta tranquilidad, lo que al final del día me hace correr para que las horas de sueño sean las mismas, pero esa sensación de paz, esa relajación y ganas de hacer cosas  no tiene precio. La indecisión entre quedarse en casa, y hacer todo aquello que gracias a la luz podemos ver, y salir a la calle a respirar el aire cálido y limpio también tiene su encanto.
     Respiremos fuerte y hagamos todas esas cosas que nos dan alegría, para entristecerse ya habrá tiempo.

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